Misterio

El misterio de la hermandad de la Quinta Angustia representa el momento en que Nicodemo y José de Arimatea, subidos en escaleras apoyadas sobre el Santo Madero descienden, con la ayuda de un lienzo, el cuerpo inerte de Cristo, aguardando al pie de la Cruz Su Madre, San Juan Evangelista y las tres Marías, éstas últimas arrodilladas. Las imágenes de este misterio siempre fueron valoradas como obras de Pedro Roldán, hasta que en el año 1932 Celestino López Martínez publicó el encargo al escultor Pedro Nieto en 1633. Tras unas décadas en que sólo se asignaba a Pedro Roldán la imagen del Cristo, adjudicando el resto a Pedro Nieto, de nuevo, historiadores del arte como Roda Peña primero, Torrejón Díaz–Romero Torres después y Dávila-Armero del Arenal-Pérez Morales últimamente, dan por bueno el conjunto como obra del propio Pedro Roldán.

Este misterio se considera como uno de los mejores conjuntos escultóricos de la Semana Santa de Sevilla. Su carácter totalmente volumétrico y su composición escalonada le confieren multitud de puntos de vista, óptimos todos y cada uno de ellos. La contemplación del conjunto por las calles nos ofrece uno de los mayores efectos de teatralidad que tanto gustaron en plena época barroca. Todas las efigies son de madera tallada y policromada y a excepción de la del señor, las demás son imágenes de candelero para ser vestidas, pues tan sólo tienen talladas las partes visibles, como es común en la imaginería procesional sevillana. El estudio de estas imágenes se puede dividir en cuatro grupos: Cristo, los Santos Varones, San Juan Evangelista y las tres Marías.

Las imágenes de los Santos Varones (175 cm.) van sobre escaleras apoyadas en el madero, descendiendo el cuerpo de Jesús. José de Arimatea, hombre rico e ilustre consejero del Sanedrín, es el de mayor edad y de mayor consideración social, por lo que se sitúa a la derecha de Cristo. Sus cuerpos son maniquíes articulados, pero sus cabezas presentan una gran calidad plástica, mostrándonos un serio estudio del natural y del paso del tiempo en el hombre. Las facciones de José de Arimatea se acentúan marcándonos los rasgos propios de un hombre de avanzada edad. Estas cabezas son un claro ejemplo del nuevo estilo europeo introducido por el flamenco José de Arce en imágenes como las del apostolado que tallara en 1657 para la Cartuja de la Defensión de Jerez de la Frontera. Las maravillosas testas muestran una larga y poblada barba, realizadas a base de grandes y ondulados mechones, algunos de los cuales, nacen desde el bigote para pasar por encima de la boca, asemejándose a algunas figuras de San Pablo que talló el maestro Roldán, como la del retablo mayor de la Parroquia de las Virtudes en Villamartín (Cádiz).

En la imagen de San Juan Evangelista (174 cm.), de nuevo se nos presenta otra grandiosa cabeza con un estudio pormenorizado del natural, aunque las facciones de éste no están tan acentuadas debido a la menor edad del personaje. Se muestra con una larga cabellera y barba característica de Roldán. Es una imagen llena de emoción, gracias a una serie de características como son el giro del cuello, la boca entreabierta, la mirada hacia el cielo y el leve fruncimiento del entrecejo. También guarda relación con la imagen del discípulo amado del retablo mayor del Hospital de la Santa Caridad.

Las tres Marías se muestran arrodilladas en el primer plano de la escalonada composición del misterio, que junto con la Virgen y San Juan, sujetan la sábana donde amortajarán el cuerpo de Cristo. Son María Magdalena (138 cm.), María la de Cleofás (134 cm.) y la de Salomé (127 cm.). El estudio de sus cabezas nos sirve para comprobar los modelos femeninos utilizados por Pedro Roldán. Es interesante destacar el atrevimiento del rostro de la de Cleofás, que inclina su cabeza hacia abajo, escondiéndose de las miradas del espectador, en la que se acusan fuertes golpes de gubia y un ondulamiento extraordinario de la silueta de su ojo derecho. La larga cabellera de madera de María Magdalena es obra del escultor Vicente Rodríguez-Caso Giménez de Aragón, realizada en 1951 sustituyendo a una anterior de pelo natural.

En cuanto a las restauraciones, las tres Marías fueron restauradas por Vicente Rodríguez–Caso Jiménez de Aragón en 1931 y la totalidad de las imágenes secundarias por el mismo en 1932, debido a que fueron escondidas en la cripta de la capilla, cuando empezaron a ser incendiadas las primeras iglesias de la ciudad. Además la imagen del San Juan fue también restaurada en 1922 por Joaquín Bilbao.