Cristo del Descendimiento

  

La figura del Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo está atribuida con total seguridad al escultor Pedro Roldán, quien debió de realizarla hacia 1659, año en que el mismo artista estaba trabajando para la decoración escultórica del paso de la hermandad.

Es una imagen de excepcional talla y calidad artística, de 164 centímetros de altura. Tiene grandes similitudes con otras obras de Roldán como son los Cristos de los retablos del Sagrario y la Caridad. Su composición es asimétrica en todas sus partes y presenta grandes efectos plásticos, sobretodo en la tremenda contorsión de la zona abdominal. Su rostro se desploma hacia la derecha con serena hermosura, enmarcado por un mechón de pelo que cae en paralelo de su antebrazo, marcando ambos la línea descendente del cuerpo. Es el centro neurálgico del misterio, y por tanto foco de todas las miradas. La flexión de las piernas es debida a la rigidez cadavérica que se empieza a hacer patente en el cuerpo tras la muerte, lo que verifica el realismo con que fue realizada la talla. Su pierna izquierda se monta por encima de la derecha, asegurándonos que en dicha posición debió permanecer en la Cruz. La postura de todas sus extremidades es la misma que tiene el Cristo del Descendimiento de Pedro de Campaña, maravillosa pintura sobre tabla de 1548 conservada actualmente en la sacristía mayor de la Catedral de Sevilla y que bien pudo apreciar Pedro Roldán cuando se ubicaba en la antigua parroquial de Santa Cruz.

No sabemos quién policromó la imagen, pero debió tener un profundo conocimiento del estudio científico del cuerpo humano debido a las hipóstasis que aparecen en las piernas como consecuencia de haber muerto en posición vertical. Juan Delgado Roig señala que “en el Cristo del Descendimiento, de la Hermandad de la Quinta Angustia, se puede estudiar la existencia de manchas hipostáticas, en la cara externa de las pantorrillas y cara dorsal de los pies”. Igualmente, nos señala “livideces cadavéricas en las piernas y cara dorsal de los pies. En el antebrazo izquierdo puede apreciarse una gran mancha acardenalada, representación de una equimosis”.